La innovación es un conjunto de actividades que parten del cerebro para llevarnos a la consecución de una meta. Existen dos contextos en los que este maravilloso órgano sale de su letargo de escasa creatividad para producir un torrente de ideas. Uno de ellos se denomina push, del inglés “presión” y el otro pull, del mismo idioma anglosajón “jalar.” Veamos de qué se trata cada una y qué rol cumple el juego en su activación.
Push y pull como los dos detonantes de la innovación
- Motivación push: este tipo de motivación nace a partir de situaciones externas a nosotros, por lo que nada tienen que ver con la motivación interna. Por ejemplo, es cerca de medianoche, el supermercado cerró hace ya algunas horas, y de pronto el hambre nos recuerda que nos hemos olvidado de cenar. Vamos al refrigerador y lo encontramos tan lleno como uno de esos pueblos fantasmas de los que nos hablan en Internet. Hay dos cosas que están muy claras: tenemos hambre, pero no contamos con nada preparado. El problema está servido, por lo que ahora nos toca poner en marcha toda nuestra creatividad para transformar ese puñado de harina, esos huevos, ese medio tomate y esa levadura a punto de vencerse, en una fantástica pizza o en un sándwich de tomate y huevo. ¿Qué ha sucedido? Hemos sido motivados por el método push. Es decir, cuando llegamos a casa, no latía en nosotros el deseo de dedicarnos a las artes culinarias, pero nos vimos obligados a hacerlo para cubrir una necesidad básica.
- Motivación pull: esta metodología es exactamente lo opuesto de la anterior, ya que surge a partir de una motivación interna en nosotros, la cual no responde a un apremio del momento, sino de un plan a largo plazo. Se trata de una motivación más calmada que la anterior, pero mucho más fuerte, ya que sentimos que lograremos la felicidad mediante la consecución de las metas que nos planteamos.
El cerebro funciona produciendo ideas en ambos ámbitos, solo que la motivación que lo impulsa es muy diferente en ambos casos. Cuando nos encontramos en una dinámica de push, es muy posible que lo que nos mueva sea la angustia, incluso el miedo. Un ejemplo claro de esta motivación a nivel colectivo son guerras, momento en el cual los países, ante el miedo de resultar abatidos, llevan a cabo un impresionante desarrollo tecnológico. En cambio, cuando deseo conseguir algo material o el amor de alguien, se me ocurren ideas que me acercarán a ese vehículo, a esa casa o a ese amor, que quiero obtener.
¿Cuál es la clave? La emoción.
Al contrario de lo que intentaron hacernos creer mientras cursábamos nuestros estudios, no es la lógica la que detona los motores de nuestro cerebro, sino la emoción.
La emoción, tanto buena como mala, es lo que activa a nuestro cerebro a funcionar de manera creativa e innovadora.
A nivel organizacional, las personas a cargo de liderar grupos humanos tienen la ardua tarea de motivar a sus equipos para que sus integrantes aporten innovación a la dinámica empresarial y se logren así los fines de la organización. Atrás quedaron los tiempos en los que una estricta disciplina reinaba entre las cuatro paredes del recinto de trabajo, bajo pena de severas sanciones por el mero hecho de conversar con el compañero de al lado, para dar paso a prácticas más distendidas.
Hoy se comprende que la autoridad cayó por su propio peso y que no existen los trabajos aburridos, sino formas aburridas de desempeñarlos. La respuesta de cómo motivar a nuestro equipo reside en algo tan simple, básico e inherente al ser humano, como lo es el juego.
El juego como detonante de la creatividad
Al estar dentro de la naturaleza humana, el juego es algo que llevamos a cabo con placer y, muy importante, sin obligación. Participo en un deporte, en un juego de mesa, en uno de naipes o en un videojuego, porque así lo quiero. La exención de una imposición externa hace que se pongan en marcha los engranajes de la innovación.
Entonces, si llevo un mazo de naipes franceses a la oficina y llamo a mis colaboradores a jugar al póker durante una hora, ¿estaré despertando su capacidad de innovación?
No, no funciona de ese modo.
Lo que se aplica en la empresa es la gamificación para despertar la innovación. La gamificación es una disciplina con tintes científicos que toma al juego para aplicarlo en contextos no lúdicos. Sin embargo, no es cualquier juego el que es válido para este propósito. Pongamos nuevamente un ejemplo culinario: si quisiéramos ofrecer experiencias gastronómicas únicas y exclusivas en nuestros comensales para que nos elijan por sabor, salud y respeto del medio ambiente, ¿abriríamos una hamburguesería?
Del mismo modo, el juego tiene sus propias reglas cuando irrumpe por la entrada principal de una empresa.
Bases del juego en la empresa para que impulse la innovación
- Reto: la consecución del éxito a través del juego debe flirtear con lo imposible. Esto quiere decir que, sin llegar a serlo, por momentos debe parecerlo. ¿Por qué crees que en el fútbol los arcos no miden el total del ancho de la cancha y es obligatorio tener a dos jugadores delante de nosotros cuando parte el pase que nos permite anotar el gol? Porque de lo contrario sería tan fácil que en vez de tener a espectadores con el corazón desbocado hasta el último minuto, probablemente estarían zambullidos en sus celulares. El reto conlleva a la emoción.
- Reglas: las reglas son las que terminan delimitando el tiempo y el marco de acción. Sin ellas también se facilitaría tanto la consigna, que carecería de interés.
- Emoción: si el reto no nos resulta emocionante, es imposible que seamos creativos. La emoción es lo opuesto a la alienación de las personas en el ámbito laboral. Afortunadamente, el modelo Ford cayó hace muchos años, pero si eso no bastaba, la gamificación se hizo presente para terminar de pulverizarlo y cerrar a cal y canto las puertas de las formas aburridas de trabajar. Si queremos aportes únicos de parte de nuestro equipo, debemos plantearle el desafío a modo de juego y siguiendo las pautas que un juego empresarial requiere.
¿Cómo lo aplico a la empresa?
El juego se hace protagonista en la empresa cuando deseamos alcanzar una meta. Es aquí que reunimos a nuestro equipo, con el juego ya definido de antemano, y les planteamos el desafío: cada grupo tendrá la tarea de llegar a determinado lugar antes que los demás y, por supuesto, siguiendo determinadas pautas. De esta manera, los colaboradores ya no ven el trabajo como ese yugo que se cierne como una prensa sobre nosotros cada lunes para terminar diezmando nuestra voluntad el viernes por la tarde, sino que cada jornada, equivaldrá a un conjunto de horas con tanta adrenalina como la que se nos generaba en el parque de diversiones antes de que supiéramos de qué se trataba realmente trabajar.