La innovación es un conjunto de actividades que parten del cerebro para llevarnos a la consecución de una meta. Existen dos contextos en los que este maravilloso órgano sale de su letargo de escasa creatividad para producir un torrente de ideas. Uno de ellos se denomina push, del inglés “presión” y el otro pull, del mismo idioma anglosajón “jalar.” Veamos de qué se trata cada una y qué rol cumple el juego en su activación.

Push y pull como los dos detonantes de la innovación

El cerebro funciona produciendo ideas en ambos ámbitos, solo que la motivación que lo impulsa es muy diferente en ambos casos. Cuando nos encontramos en una dinámica de push, es muy posible que lo que nos mueva sea la angustia, incluso el miedo. Un ejemplo claro de esta motivación a nivel colectivo son guerras, momento en el cual los países, ante el miedo de resultar abatidos, llevan a cabo un impresionante desarrollo tecnológico. En cambio, cuando deseo conseguir algo material o el amor de alguien, se me ocurren ideas que me acercarán a ese vehículo, a esa casa o a ese amor, que quiero obtener.

¿Cuál es la clave? La emoción.

Al contrario de lo que intentaron hacernos creer mientras cursábamos nuestros estudios, no es la lógica la que detona los motores de nuestro cerebro, sino la emoción.

La emoción, tanto buena como mala, es lo que activa a nuestro cerebro a funcionar de manera creativa e innovadora.

A nivel organizacional, las personas a cargo de liderar grupos humanos tienen la ardua tarea de motivar a sus equipos para que sus integrantes aporten innovación a la dinámica empresarial y se logren así los fines de la organización. Atrás quedaron los tiempos en los que una estricta disciplina reinaba entre las cuatro paredes del recinto de trabajo, bajo pena de severas sanciones por el mero hecho de conversar con el compañero de al lado, para dar paso a prácticas más distendidas.

Hoy se comprende que la autoridad cayó por su propio peso y que no existen los trabajos aburridos, sino formas aburridas de desempeñarlos. La respuesta de cómo motivar a nuestro equipo reside en algo tan simple, básico e inherente al ser humano, como lo es el juego.

El juego como detonante de la creatividad

Al estar dentro de la naturaleza humana, el juego es algo que llevamos a cabo con placer y, muy importante, sin obligación. Participo en un deporte, en un juego de mesa, en uno de naipes o en un videojuego, porque así lo quiero. La exención de una imposición externa hace que se pongan en marcha los engranajes de la innovación.

Entonces, si llevo un mazo de naipes franceses a la oficina y llamo a mis colaboradores a jugar al póker durante una hora, ¿estaré despertando su capacidad de innovación?

No, no funciona de ese modo.

Lo que se aplica en la empresa es la gamificación para despertar la innovación. La gamificación es una disciplina con tintes científicos que toma al juego para aplicarlo en contextos no lúdicos. Sin embargo, no es cualquier juego el que es válido para este propósito. Pongamos nuevamente un ejemplo culinario: si quisiéramos ofrecer experiencias gastronómicas únicas y exclusivas en nuestros comensales para que nos elijan por sabor, salud y respeto del medio ambiente, ¿abriríamos una hamburguesería?

Del mismo modo, el juego tiene sus propias reglas cuando irrumpe por la entrada principal de una empresa.

Bases del juego en la empresa para que impulse la innovación

¿Cómo lo aplico a la empresa?

El juego se hace protagonista en la empresa cuando deseamos alcanzar una meta. Es aquí que reunimos a nuestro equipo, con el juego ya definido de antemano, y les planteamos el desafío: cada grupo tendrá la tarea de llegar a determinado lugar antes que los demás y, por supuesto, siguiendo determinadas pautas. De esta manera, los colaboradores ya no ven el trabajo como ese yugo que se cierne como una prensa sobre nosotros cada lunes para terminar diezmando nuestra voluntad el viernes por la tarde, sino que cada jornada, equivaldrá a un conjunto de horas con tanta adrenalina como la que se nos generaba en el parque de diversiones antes de que supiéramos de qué se trataba realmente trabajar.